"Me puse como meta curarme para volver a la cancha"
- luticullen
- 11 nov 2018
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 13 dic 2018
DEPORTE. La historia de un joven que logró superar las adversidades gracias a su pasión por el rugby

“Cuando me detectaron Linfoma Hodgkin-un cáncer que ataca los ganglios-, fue un baldazo de agua fría. Estaba solo en otro continente, lejos de mi familia y mis amigos de toda la vida. Mi sueño de seguir jugando al rugby se desvaneció en un instante. Tenía todo para perder pero en mi interior yo sabía que iba a ganar. El deporte me había enseñado a enfrentar los problemas con garra y seguir adelante ante todo siempre’’, dice Ignacio Montmasson, jugador del Club Geba, mientras observa la cancha de césped que lo vio nacer innumerables veces.
Ignacio se acercó al rugby casi por casualidad cuando tenía 12 años. En 2007 Los Pumas ganaron el Bronce en el Mundial de Francia y en su colegio no se hablaba de otra cosa. Acompañó a su amigo a un entrenamiento en GEBA y la camada del ‘94 lo acogió de entrada. ‘’Con el rugby aprendes a compartir dentro y fuera de la cancha. Te la jugás por todo pero cuando suena el silbato, te tomás una birra con el rival en el tercer tiempo’’.
En diciembre de 2015, Ignacio se calzó una mochila y con 22 años, se fue a Australia. Empezó trabajando de mozo en Manly, Sidney, pero su objetivo era apoyar la pelota en la línea de una cancha extranjera. Se fue a probar al Club Manly Marlins. Y lo logró. Todo parecía un cuadro concretado: Se levantaba temprano a surfear la primer ola del día. Trabajaba unas horas y a la tarde se calzaba la camiseta para entrenar. Pero una mañana la tos y la picazón lo despertaron del sueño. Sin embargo, Ignacio, impasible a los síntomas, se puso el traje de surf, sólo que esta vez, el fervor de las olas lo dejaron sin aire. Y lo que él creyó un asma, terminó tratándose de un cáncer.
La quimioterapia en Australia fue una dura prueba para Ignacio. ‘’Era muy invasiva. Las inyecciones que me aplicaban todos los días me mareaban mucho pero los médicos, mis amigos y mi familia -que terminó viniendo-, eran positivos y eso me daba fuerzas. Me la pasaba mirando videos motivacionales y recibiendo mensajes de aliento”.
“Desde que lo vi con la seguridad que entraba al mar hasta la firmeza con la que se mantenía en el hospital, siempre supe que iba a salir a pleno”, dice Gabriel Medina, amigo de su viaje.
Cuando los síntomas mejoraron, volvió a Argentina. ‘’ A los tres días, me fui al club. Mis compañeros me llenaron de abrazos. Me puse como objetivo curarme para volver a jugar. Con pasos chicos, esfuerzos diarios, como me habían inculcado en la cancha’’.
Con 20 kilos menos, un tratamiento cada tres semanas y un catéter en el pecho, Ignacio volvió a entrenar. ‘’Era abril del 2016. Al principio corría dos vueltas y me agitaba. Pero de tan sólo imaginarme en ese estado en que el corazón te late sin parar, ese momento previo cuando entras en calor en una cancha que brilla para que lo des todo, disfrutando cada jugada, sin importar si perdés o ganás, supe para dónde ir. El rugby me había enseñado a ponerme a prueba siempre así que fui exigiéndome cada día un poco más. A los pocos meses, volví a la práctica física y me puse a dirigir a los juveniles. Después volví a la cancha con el catéter sólo para los entrenamientos. Pero no veía la hora de sacármelo paragolpearme y tirarme al barro. En noviembre, me dijeron que ya estaba recuperado y podía volver a jugar. Tuve la suerte de participar en el último partido del año”, exclama Ignacio con una sonrisa ovalada que se le escapa de la cara.
Cuando su entrenador, Nicolas Nacci, habla de Ignacio, se le quiebra la voz: “A Nacho no lo para nadie. Yo siempre le dije que por luchar ya había ganado”. Cada vez que pisa la cancha, Nacho se recuerda en aquellos tiempos. No podría precisar si fue necesario pero si le aportó la cuota de entrega total que lleva impresa a donde vaya y el hambre de aquel potrillo salvaje que corre saltando cualquier valla, con tal de sentir el sabor de la alfalfa húmeda en su boca. Hoy sigue entrenando en la división intermedia. No se atreve a soltarlo, pero la chispa de sus ojos lo delata. Quizás hoy le anuncien su debut en primera.
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